jueves, 21 de mayo de 2009

Moramor


Pocos pero queridos amigos de este rincón virtual: perdón por mi ausencia, pero el resfrío/gripe que me atacó a principios de mes, cuando volví del sursur se complicó hasta trasnformarse en un principio de neumonía o algo así. El término médico correspondiente se lo dejo al doctor García, que fue el que me mantuvo en cama y drogado un par de largas semanas.

No tenía ni ganas de escribir. Solamente quería respirar mejor.
Pero ya estoy bien de salud y de ánimo. Y el espíritu me pide crear.


Les dejo un cuento, que escribí estando en cama, sin televisión (se cortó Direct TV y ver canal 7 o canal 4 todo el día no es de lo más alentador) y con pocos libros (estoy en medio de una mudanza y sigue todo en cajas).


Lo único que tenía a mano para inspirarme eran unos ojazos negros que venían con sopa y té cada tanto. Y traían cosas con ellos.

Mora
¡Mierda! fue lo primero que me dijiste, mientras me mirabas con cara de asco y odio.
Yo estaba tan concentrado buscando un buen encuadre para las fotos que necesitaba esa tarde para el diario, que te llevé por delante con mate, amiga y perro incluído.
Tratando de pedirte perdón, sin tirar más cosas y esquivando a ese bicho que me ladraba y me quería morder, me perdí en tus ojos.
Nunca había visto algo tan profundo como esa mirada oscura. Y eso que, a esa altura, ya había viajado mucho y me había cruzado con cientos de ojos de mujeres. No sé si con ellas en verdad. Pero la mirada de una mujer es lo más atrapante y acojonante que puede haber en el mundo.
Vos me hiciste temblar. De sorpresa y embelasamiento al principio. Pero después de miedo.
Te invité a un café, para reparar el choque. Y en ese "si" se condensó una esperanza.
Y así empezamos a salir.
Te hice dar vueltas, lo admito. Era, como vos decís, un nene con que quería jugar con muñecas. Y vos no eras , ni sos, ninguna muñeca.
Te postergué, no quise jugarme del todo. Te puse excusas. Te armé escenas de celos y de desinterés.
Pero hay límites. Lo que nos une y nos separa.
Darme cuenta de que no podía hacer lo mismo , que venía haciendo con otras, con vos fue un golpe fuerte.
Me escribiste algo tan simple para hacerme reaccionar, que esas palabras todavía me hacen eco:
"La vida, por donde la mires, tiene un límite. Mi vida también. Y es muy importante para mi vivirla lo mejor posible. No quiero desperdiciar un minuto de mi tiempo en estar pendiente de vos, o de nosotros. Para eso tengo que confiar. Para confiar tengo que creer, saber y amar.
Y si vos esquivas mostrarte o entregarte a esto, el límite es ese.
La historia entre los dos se termina. Pero para siempre. Sin reclamos de ningún lado.
Como esa gente de tu infancia a la que no viste nunca más. Para siempre.
Para quedar sólo hecha recuerdo.
Vos decidís que hacés con vos. Yo decidí que hacer conmigo.
Yo quiero estar con vos, pero no de manera incondicional. Sólo si vos estás conmigo.
Que la regla sea de ida y vuelta"
Un par de veces me habían puesto los puntos sobre las íes. Alguna que otra chica me había hecho decidir entre ella y las demás. Y yo siempre elegí a las demás. O sea, a ninguna.
Pero la conciencia del límite que me pusiste, me hizo ver diferente.
Y lo que habíamos estado construyendo de a poco, esa complicidad que no se puede comprar con nada, me terminó de decidir.
Me entregué, como nunca lo había hecho en la vida, a la vida de alguien.
Y debo admitir que me fue muy bien.
Tan bien que a veces no lo puedo creer. Como esa vez que estábamos viajando por la ruta del desierto, volviendo de La Plata y el sol caía y todo lo monótono del paisaje dejaba de serlo. Y me dijiste: quiero viajar siempre, por donde sea, pero con vos.
Yo también quiero. Y lo estoy haciendo, sin mapa.
Sigo la ruta de tus ojos negros.

miércoles, 13 de mayo de 2009

El sur del sur

El 1ero de mayo me fui un poco más al sur.
A pedido del público, acá van algunas fotos






Update : (¿así se pone?) Oscar Wilde dijo que la única manera de hacer algo inútil es amar eso profundamente. Por eso todo arte es inútil. Por eso les pido que agranden las fotos y se pierdan en las minucias. Gracias por ver. Es el mejor halago para un exhibicionista

jueves, 23 de abril de 2009

¿Cambiar por amor?

Uno duda, básicamente, como modo de vida.
Se trata de convencer de que está convencido de muchas cosas, para no ser tan maleable, para parecer un hombre de principios, porque el viejo nos dijo que está bien tener una idea, defenderla, sostenerla…
Pero generalmente duda.
Hasta el momento exacto en que se enamora. Y ahí se acaban las preguntas y empiezan las respuestas. Y hablo del amor a lo que sea o a quien sea
A mí me pasó con mi profesión.
Hasta los 19, 20 años, yo iba a ser “ingeniero forestal”, como lo hubiera sido mi papá (si hubiera terminado la carrera, si lo hubieran dejado llegar vivo al final de la cursada, de la carrera, de la vida…)
Pero no quise ir a La Plata como fue él, sino que salí para el lado de donde él salió.
Me fui a Esquel. Cerquita de donde mi viejo había nacido. Cerca, muy cerca de dónde la gente de la tierra construye cosas y vidas.
Y lo intenté. Juro que lo intenté.
Amaba los árboles, y pensaba que se podía trabajar con ellos. Hacer una carrera con ese amor y punto. Pero recién nos hablaban de árboles y plantas en segundo año.
Un año entero de puro de álgebra, análisis matemático, física y química desalientan hasta al más valiente.
Al tercer mes de cursada, me colé en clases de botánica y de silvicultura, para ver más de cerca lo que se suponía tendría que saber más. Y me sumé a un grupo de alumnos que tenían que hacer un trabajo de relevamiento de las especies botánicas de un bosque de por ahí cerca.
Había que sacar fotos y armar una carpeta clasificando orden, especie, familia, etc.…
El único que tenía cámara era yo. Siempre me había gustado sacar fotos, y en mi cumpleaños de 18 el viejo me regaló una cámara que para mí era un lujo: una zenit réflex que se la bancaba bastante.
Para que lo que cuento se entienda mejor (ya veo a un par de amigos diciendo: aclará las cosas, boludo, que no se entiende de quién hablás): Mi papá es el hombre que me engendró y que nunca conocí. Mi viejo es en realidad mi abuelo, el hombre que me crió. Hecha la aclaración innecesaria, sigo:
Fuimos al lugar, un bosquecito de tantos, al lado de la ruta 259. Sacamos las fotos un poco entre todos, pero en general la cámara la usaba yo. La mayoría sólo sabía usar una automática, y el cachivache mío era manual y réflex. Y encima, ruso.
En un momento me separé del grupo, me metí entre los árboles y me puse a sacar fotos que no tenían que ver ni con el trabajo ni con las fotos que había hecho antes en mi vida.
Nada fotos de grupo posadas. Ni retratos con cara de feliz cumpleaños. Ni partes de cuerpos. Ni paisajes de vacaciones o cotidianos.
Había algo más. No se si fue el paisaje, el momento o yo mismo en medio de esas dos cosas.
Pero cuando todos se volvieron, yo me quedé en el bosque.
Volví de noche a casa.
Al otro día volví al bosque con 6 rollos de fotos. Color y blanco y negro. Los gasté todos.
Esa semana gasté la plata que no tenía en comprar rollos y en revelar (en tiras de prueba) la mitad de los bosques que rodean Esquel. Y las montañas. Y las calles. Y las caras de mis amigos. Y mis pies, manos, perfil, ojo en el espejo…
A la semana siguiente fui al local de fotografía donde compraba mis cosas a ofrecerme para trabajar ahí. El dueño se sorprendió por mi ofrecimiento y mi insistencia. Le dije que si no me daba trabajo él, se lo pediría a cualquier otro que tuviera una casa de fotografía. Y que insistiría con todos, hasta conseguirlo. Después de eso, hubo un extraño período en donde me encerré en mi mismo. Y sólo sacaba fotos. O leía sobre fotografía.
La facultad ya no importaba.
Para hacerla corta, a las 3 semanas trabajaba en una casa de fotografía. Atendía a los clientes y aprendía a manejar la máquina de revelado.
Al poco tiempo viajé a Bariloche a hacer un curso intensivo. Y a partir de ahí, me consideré “fotógrafo”
Un día seguí viaje. Me fui a dar vueltas y vueltas por ahí.
Pero ese es tema de otro post.
Lo único que sé es que el amor para siempre existe.
Desde esa tarde en el bosque me enamoré por la eternidad.


PD: voy a poner algunas de esas fotos por acá, pero todavía no las tengo escaneadas. Y las digitales de ahora no son lo mismo que aquellas.
El paisaje cambió y yo también. Paciencia

sábado, 4 de abril de 2009

Tetosterona

Acostado en la cama me observo sin mirar.
Me doy cuenta de mis pies, que calzan 42, que tienen un dedo fisurado en un partido de fútbol algo violento, y mal curado, lo que lo deja mirando de costado.
Pies huesudos. Pies con pelo, pero poco.
Y mis tobillos, tan fuertes , aunque finos.
Sigo subiendo y reconozco mis gemelos, ahora más marcadospor vivir en un pueblo inclinado: para todos lados se sube o se baja.
Las rótulas huesudas, la cicatriz de la caída de la bici en la adolescencia, el resto de las piernas...
Sé que mis muslos son ásperos. Toda mi piel parece áspera ( sobre todo comparándola con la que hace un rato estuve acariciando)
Y ahora dejo la conciencia absoluta y uso mis manos.
Me paso las yemas de los dedos, apenas, por los testículos. Por la pija. Por las ingles.
Ahí, dicen, se concentra tanta energía, tantas veces.
Y sigo subiendo.
Subo siguiendo la línea del vello púbico, hasta el ombligo. Un ombligo poco profundo, que a veces guarda pelusa.
El vientre bastante plano, a pesar del castigo del vino y la comida. La pancita cervecera de la adolescencia desapareció, pero la adultez tampoco es indulgente.
Y el pecho, casi sin pelo. Ni hundido si saliente. Tan igual a tantos otros.
Me toco el cuello, llego a la cara.
La mandíbula marcada.
La barba de dos días.
La boca, con el diente ese chueco. Los labios cansados.
Esta naríz tan única. Sin referencia en la familia.
Los ojos cerrados, el pelo que se enrosca en la almohada.
Los abro. Y me miro las manos: cuadradas, de dedos largos, algunas asperezas en los rincones...
No hay mucho más.
Y desde esa masculinidad que uno ejerce, desde ese lado de la cama, lo único que desea es acurrucarse.
Hacerse chiquito, enroscarse en sí mismo y decirle a esa piel tan generosa que está al lado, con todas las blanduras que uno no tiene, con la suavidad de cada rincón de la piel, con los labios entreabiertos y dormida, decirle: Cuidame. Quereme siempre y cuidame.
Dejarse abrazar, reposar la cabeza desordenada entre esas hermosas tetas, y entregarse al olvido, o a la plenitud, al silencio. A lo que sea, pero entregarse.
Y abandonar miedos, prejuicios, dolores, ausencias.



Y uno no lo hace.
Por que es macho y se la banca.
Porque hace poco que la conoce.
Porque no quiere quilombos.
Porque las minas se enroscan.







Pero básicamente no lo hace porque es un boludo.

viernes, 20 de marzo de 2009

Lección en cama ajena

Me desperté en una cama desconocida, una vez más.
Puta, pensé, ¿qué carajo hice anoche?
Y no recordaba nada extraño: cena en la casa de un amigo, con más amigos. Vino, empanadas, música, discusiones idiotas sobre fútbol, cine, una entrega de premios yanqui, minas ( cuando ellas no estaban cerca, y por falsa caballerosidad) y más vino.
Y entre tratar de recordar lo de anoche, y tratar de encontrar la ropa, o algún indicio del lugar ese en donde había dormido, escucho una voz.
-Pedro, el mate amargo, no?-
¡No puede ser!, pensaba mientras me ponía los boxers que encontré en el piso, esa es la voz de Mechi! ¡No puedo ser tan pelotudo!
Mientras mi desesperación crecía y tomaba forma de monstruo, Mechi repetía: -Amargo, no?-
-Sí, sí, amargo- y lareputísima madre! ¡la novia de mi amigo que está de viaje! ¡No puedo ser tan pelotudo!
La velocidad con la que encontré la ropa y me la puse era comparable a la de la luz ( aunque en mi cabeza sentía que me había tomado un cóctel de pastillas de freno)
Sonó un teléfono y Mechi atendió.
Sentía la boca pastosa. Los reflejos despiertos por la adrenalina de mierda que me inundaba la sangre (y que yo sentía que también me la envenenaba), no me respondían como yo quería. Y encima de todo, aparece la cara de Mechi asomando en el marco de la ventana, sonriente y diciendo:
El Negro pregunta si querés alguna con dulce de leche.
Mi cara de horror y sorpresa la debe haber divertido, porque se rió y me repitió: facturas, Pedro. ¿Alguna de dulce de leche?
-Ehhh, si, decile que sí. Y una torta negra- Me volvió a mirar divertida - Carasucia, acá les dicen carasucias....-
Mientras Mechi desaparecía para el lado de la cocina, yo le rogaba a mi cerebro que reconstruyera los hechos desde la noche anterior de empanadas y vino, hasta mi desnudez en la cama del Negro y Mechi.
No había caso. El muy hijo de puta se negaba en colaborar.
Alguna imagen nueva aparecía, pero nada del otro mundo: yo bailando en el living del Cabeza con un vaso de tinto en la mano y una rubiecita ( de la que no me acuerdo ni el nombre) enfrente... El Cabeza subido a una silla gritando:¡Viva Perón, carajo!...Mechi sirviendole vino a Moni...Moni vomitando en el cantero del patio...
Y de repente, el recuerdo liberador: La imagen del Negro entrando por la puerta con una botella en la mano, Mechi saltandole encima y llenándolo de besos, todos abrazándolo, el Negro contando que hicieron funcionar el pozo nuevo y que por un mes no tenía que volver a Zapala....
Y cuando me cae como una ficha todo eso ( pero sigo sin saber como terminé en bolas en su cama) el Negro asoma la jeta sonriente por la puerta y me dice:
- Qué pedo que te agarraste anoche, Pedrín. Por suerte nos apiadamos de vos-
- Negro- le digo- a vos te puedo preguntar. ¿Cómo terminé en bolas en tu cama?
- ¡Ah, querido! si te quedaste en bolas eso ya es responsabilidad tuya!-
- No te rías, imbécil. Decime que carajo pasó!-
-Anoche hicimos un trío con la Mechi. Mientras vos te la curtías, yo te la metía por atrás.¿ No sentís un dolorcito en el ocote?-
Su cara de seriedad casi me asusta. Por un par de milisegundos dudo.
-¡Boludo! Te mamaste, te trajimos acá, te tiramos en la catrera y dormimos en el futón, que es más grande que esta camita de plaza y media. La joda loca no es para vos. O ya estás viejo-
- Viejo y pelotudo. Necesito una novia-
-¿Todo lo solucionás con una mina?-
-No, pero por lo menos si amanezco en bolas en una cama desconocida, no tendré que preguntarme si me curtí a la novia de un amigo, si mi amigo me rompió el culo, o si participé de una orgía con 50 marineros rusos-
- Eso es lo de menos, Pedro. Lo peor es preguntarse por la mina que está al lado tuyo. Eso de yirar en camas de minas es un bajón-
-¿Lo decís por..?.-
-Por todas esas que andaban por ahí, prestándome un rato la cama, antes de encontrar a la Mechi-
El silencio que siguió a eso lo rompió Mechi, entrando con el mate.
Desayuné y me volví caminando a casa, pateando piedritas por el camino. Envidiando al Negro y a Mechi sin saber que algo similar me estaba por pasar.

sábado, 14 de marzo de 2009

Algo de mí

Soy un desarraigado.
A ponchazos armé algo parecido a una identidad, pero sigo con dudas a mis 32 años.
Digamos que me construyen las casualidades.
Hijo de padres desaparecidos. Rescatado por mis abuelos y mis tíos, criado lejos de mi ciudad de origen, de mi familia paterna, de mis raíces, me fui haciendo de un pasado casi ficticio.
Mi apellido, Ayunkhurá, que a mucha gente le suena japonés, es tehuelche. Y eso ya dice mucho de mi. O casi nada. Porque recién a los 18 años conocí mis raíces originarias. y a esa altura ya era más bonaerense que chubutense, como ese resto de mi familia.
No sabía que se decía Wenumapu o Minchemapu, pero del Bien y el Mal tenía ejemplos bien claros. Desde el mismo momento en que nací.
Y me vi perdido.
Y salí a rodar.
Pero fue una carrera, una huída casi.
Anduve por todos lados. Adentro y afuera del mapa.
Como corresponde, pasé hambre, frío, soledad...
Pero también tuve amores, hogares, familias adoptivas, amigos para siempre y trabajos enriquecedores.
El cambio de paisaje fortaleció mi mirada, y eso ayudó a armarme una profesión ( soy fotógrafo).
Y a pesar de que fui canto rodado, hoy sé que quiero ser piedra fundamental.
En cierta forma ya me detuve, pero no del todo. Aún me queda un balanceo que hace que las cosas no se me queden pegadas, o yo no me deje cobijar por nada o por nadie del todo.
Es como un orgullo dolorido, de esos que se asemejan a la cobardía.
En cierta forma, y analizando a grandes rasgos la bajada de línea que uno mamó desde la infancia, el mensaje era: no ames, porque perdés. y perder el amor duele.
Y protegiéndome de estupideces, cambié el rumbo mil veces.
Claro que de todo algo sale.Claro que todo nos enseña.
Pero ya me cansé de ser alumno, aunque sé que uno nunca dejará de serlo jamás.
Como dijo un poeta de esos que se aman o se odian, a veces uno sigue en pie por costumbre. O porque no sabe cómo caerse muerto.
Soy una casualidad en el universo.
Un desarraigado con ganas de echar raíces.
¿Servirán las hormonas de enraizamiento del vivero?

viernes, 27 de febrero de 2009

Cartas

Tengo una amiga/hermana con la que me escribo cartas desde siempre. Y ese es un siempre que viene desde la infancia en un pueblo. Es un siempre lejano y profundo. Y sobre todo extraño, porque vivíamos a pocas cuadras y nos veíamos todo el tiempo. Pero había cosas que sólo las decíamos por escrito.
Las palabras escritas toman otra dimensión. Padecen de una eternidad ( que no es tal) que las palabras habladas no tienen.
Por ejemplo, a nuestros 11, 12 años...
Malu:
¡Dejame de joder con que otra vez te enamoraste! ¿Cuántas veces van este mes?¿Cinco?¿Seis?
Además, tengo que decirtelo, estás muy llorona.¡El otro dí viste esa propaganda de Clave de Sol y moqueaste cuando el petiso ese le decía a María Pía que la quería!
Si seguís así voy a empezar a invitar al Negro o a Jóse a tomar la leche.
Y si estás sensible, le digo a mi abuela que le diga a la doctora que es su amiga que te cure.
¿Es por estas cosas que el tío dice que no entiende las mujeres?
Ya me parezco al tío.
Pedro

Claro, yo no entendía nada de ciclos menstruales, ni crecimiento descontrolado en las mujeres (ella ya tenía tetas hacía rato y yo era el mismo boludo de siempre. Además era petiso todavía)
Después la cosa cambió:

Malu, Maluca, Masloca:
Llegué a casa y todavía siento la batería en mi cabeza.
¿Eso era "ir a un recital"? Parece que está bueno, o por lo menos los más grandes la pasan genial.
Todavía no entiendo bien cuál es la gracia, pero siempre fui un desubicado.
Tu amiga, la flaca, me parece que tiene onda conmigo. Pero no la encararía porque sería mezclar las cosas.
El Negro tomó un par de vasos de cerveza y dice que se emborrachó. Yo creo que se puso más pelotudo de lo que ya es.
Te dejo esta carta por abajo de la puerta, así la ves temprano y puedo avisarte que vengas a casa después de la escuela y me ayudes a escaparme. El viejo está muy rompebolas y necesito una excusa. Y a vos te quieren.
Me voy a dejar el pelo largo aunque él no me deje.
Pedro


El tiempo pasó y yo me fui lejos del pueblo y de mi amiga, pero las cartas siguieron:

Negra:¡Es verdad, hace un frío de cagarse! ¿Cómo lo dedujiste? ¿será que estamos en invierno? ¿será que Chubut está al sur de La Plata?
La facultad no te está haciendo más inteligente, creo.
Fuera de broma, no estoy acostumbrado todavía. Es un frío distinto al de la pampa. Y la falta de horizonte lejano, las montañas, el viento...que se yo...me llevan un poco a lugares que reconozco míos, pero de los que todavía no me adueño.
Hay algo en la sangre que me grita. Que me hace quedarme estático ante un árbol, unas piedras, o el río.
Venir a buscar esas cosas de las que hablamos la última vez, e ir encontránolas, vale por todos los fríos del mundo.
Como decía el cuento de la Togno: el aliento cae parado en forma de chupetines, y se puede jugara a las bolitas con las lágrimas, pero lo encuentro a mi papá y a los suyos en cada camino.
Te mando un par de fotos de la casa. Y espero las tuyas.
Besos fríos
Pedro Ayunkhurá ( más ayunkhurá que nunca)

De estas cartas conservo los borradores, por eso los puedo copiar acá. Algunas respuestas también las guardo, pero de contarles eso ya se ocupará ella, Ma Lau sin cuya inestimable colaboración ( y aceptación de publicar estas pavadas) este post no hubiera sido posible.

martes, 24 de febrero de 2009

Solos en la madrugada

Estaba de visita en la casa de mis viejos. Una casa vieja, de pueblo de provincia.
Desvelado, me quedo mirando la tele en el living.
Y en un momento de la noche de verano de un martes, ya pasadas las 3 de la mañana, tocan el timbre.
De manera imperativa y casi insistente.
¿Quén mierda es? grito en mi cabeza.
Me asomo por esa ventanita de vidrio texturado que tiene las puertas viejas.
Y veo un nene. Un nene de unos diez años que me mira con cara de susto. Y que está casi yéndose.
-¿que querés?- le digo- ¿ No ves que estamos durmiendo?
Me doy cuenta de que yo tengo más miedo que él.
Yo soy un grandulón que está muy cómodo, despatarrado en el living de sus viejos, boludeando con la tele con cable a la madrugada.
Y él es un nene. De diez años, solo, en mitad de la noche, tocando timbre en una casa desconocida en la que vio luz.
¿qué hace un nene a esa hora, en un pueblo de mierda, solo y tocando timbre?
Todo esto duró segundos en mi cabeza. Segundos que el nene usó para salir rajando.
Segudos que uso yo ahora para seguir pensando en él.
Miles de segundos que sigo usando y preguntándome sobre mi soledad, la de él.
Millones de segundos para creer que podría haberlo escuchado, o haber sido amable, o algo que no sea espantarlo.
Miles de millones de segundos para preguntarme, en otra noche y en otra ciudad, a qué timbre tendré que tocar para tener una respuesta.
Para saber que hacía un nene solo a la madrugada, tocando timbres en las casa solas de un pueblo

viernes, 13 de febrero de 2009

Literato

Cuando entré a la librería de usados y vi su nombre en una tapa, me sentí un pelotudo.
¿Porqué no me había dicho que había escrito un libro? Aunque ya estuviera en las mesas de saldos, usados o de dos pesos...
Bueno, quizás le daba vergüenza. Pero cuando lo leí, después de comprarlo, me di cuenta de que no tenía de qué avergonzarse. El libro estaba buenísimo.
O era ella, que lo contaba tan bien.
Pensé en esos tipos que rajan ante el menor indicio de inteligencia femenina. Que temen que ella les pase el trapo a la hora de la retórica. Y les tuve pena.
¡Qué más querría yo que una mina así!
Y cuando la volví a ver no pude decirselo. Ni siquiera le dije que sabía de su libro y que me había parecido maravilloso.
Porque me quedé clavado al piso, mirándola como un imbécil, sin poder ni siquiera decirle hola

sábado, 31 de enero de 2009

Negociaciones

-Si te dijera lo que me pasa con vos, me mandás a la mierda_
-¿Estás seguro?-
-Sí. Tan seguro que ya me estoy yendo-
-¡Esperá! Si te vas a ir, decímelo igual. Perdido por perdido...-
-Tenés razón-
-¿Y?-
-Si voy a perder bien, primero dejame que te bese. Total, ya estoy en el horno-



Y, aunque nunca lo hubiera creído, funcionó.

Probando, uno , dos, tresss

Veamos de que se trata esto de poner al aire lo que uno hace...